¿Por qué necesitamos la bioseguridad en nuestras explotaciones?
La bioseguridad no es una técnica de de trabajo o un nuevo sistema productivo para aumentar la rentabilidad de nuestras explotaciones.
Generalmente a priori tenemos un aumento de los costes pues tenemos que invertir en nuestra explotación a corto plazo y conlleva un aumento de tiempo y gastos a medio y largo plazo. Por contra en un periodo relativamente corto permite disminuir las problemáticas sanitarias que nos afecta a nuestra explotación y permite mantener la producción en unos niveles adecuados sin sufrir mortalidades súbitas.
Una granja biosegura es un concepto bastante abstracto al principio y difícil de exponer de forma clara, aunque a nivel general todos sepamos a que nos referimos y, casi siempre, precisa de una actitud positiva y abierta para incorporar nuevos cambios conforme se van observando puntos a mejorar.
Nunca podemos dar por cerrado un nivel de bioseguridad máximo en el que seguro que ya no se puede hacer nada, pues las mismas enfermedades evolucionan para ir sorteando nuestras barreras sanitarias que iremos creando continuamente.
En principio si tenemos claro que la bioseguridad es un conjunto de normas y prácticas para evitar la entrada de enfermedades en nuestra explotación. ¿pero por qué es necesario aplicarlas?. Básicamente porque las producciones ganaderas evolucionaron durante mucho tiempo a base de controlar los problemas con el uso de antibióticos y actualmente este concepto de trabajo no sólo ya no es efectivo sino que está muy mal apreciado por el consumidor que en definitiva es quien marca las tendencias de trabajo.
Para dar la vuelta al pastel sólo podemos aumentar las barreras sanitarias y evitar que las enfermedades circulen libremente en nuestro entorno. Fácil de decir y no tan difícil de conseguir si la actitud y aptitud son positivas. Es decir, necesitamos que se quiera hacer y se crea en ello. Si no se cree siempre hay vacíos por donde se pierde el trabajo realizado.
No es suficiente con poner raticida, larvicidas, desinfectar o cambiarse de ropa, o que tampoco es tan costoso, suministrar al veterinario el calzado y ropa adecuada. Aquí quiero hacer un inciso, pues hay que trabajar a gusto y cuando a los veterinarios se nos suministran monos de usar y tirar incómodos (tallas inadecuadas) o el moverse con bolsas de plástico en los zapatos por la instalación no es cómodo y a menudo los animales se estresan con el ruido.
Un buen mono fácil de usar y que posteriormente se lave en la lavadora y un calzado adecuado no son una inversión elevada y repercute positivamente en el trabajo realizado, del mismo modo que trabajar en pasillos llenos de humedad (es una forma de decir que están llenos de agua) o con estiércol no son precisamente ambientes donde se trabaja de forma eficaz.
A menudo nos encontramos con consultas al respecto que nos piden como mejorar y nuestras sugerencias caen en un saco roto, como si fueran métodos galácticos que no responden a la realidad. Cuando ocurre generalmente se aprecia una desidia a todos los niveles que degenera en una claro error de conceptos. Las enfermedades no son listas, pero si que son vivas, y buscan las fisuras activamente en nuestra explotación.
Este verano por ejemplo casi no han habido brotes de tiña, cuando a nivel general es cuando más actuaciones tengo que hacer por esta patología. Esto se ha debido a que los paneles evaporativos y sobretodo a las nebulizaciones en granja prácticamente no se han utilizado y no han provocado un aumento de casos y por tanto de avisos al veterinario.
Si sabemos que cada verano ocurre, que nos cuesta desinfectar y limpiar previamente los paneles y nebulizadores, fuente del problema. Pero claro, eso implica aceptar que los problemas no están en la instalación, sino que viene de afuera, externos a nuestro quehacer diario y así culpar a quien sea pero ajeno a nosotros. No hay que buscar culpables cuando hablamos de bioseguridad, sino que hay que buscar estas fisuras por donde aparecen los problemas y taponarlas.
Habitualmente en septiembre y octubre recibo numerosas llamadas (se a ciencia cierta que ocurre a todos los veterinarios que se mueven activamente en el mundo de los conejos) de que han hecho en el pienso los fabricantes: han cambiado algo, alguna materia prima dudosa están poniendo, han tocado la fórmula, y así un largo compendio de comentarios al respecto. No digo que no pase, pues supongo que imposibles no hay, pero en los 25 años que llevo visitando conejos profesionalmente lo he oído cada año. Una de dos, o los fabricantes son unos impresentables que se ponen todos de acuerdo para hacerlo mal al mismo momento o hay un problema estacional que nos afecta a los gazapos como son cambios de tiempo, debilidad post-verano o todo junto que abre las puertas a posibles problemas sanitarios digestivos.
¿Qué es más útil, quejarse cada año y meter bulla a los veterinarios y fabricantes de pienso o empezar a finales de septiembre a prever que puede pasar introducir medidas para paliar el problema?
Económicamente no hay duda, pero implica más trabajo justo cuando todo se perfilaba como sin problemas sanitarios en los lotes anteriores.
La desmedicalización es un hecho que va ser real antes de lo que nos gustaria a todos por el trabajo que nos va a dar y las adaptaciones que vamos a tener que hacer, nos guste o no. Hace menos de un año tropecé con una granja que no había comprado pienso de retirada desde hacía tiempo (bueno, decir tiempo en una palabra benevolente). Me costo dos horas convencer que hay que hacer las cosas como se deben y al cabo de un mes aún me llamaba por teléfono cada día amenazándome que yo pagaría los conejos muertos.
Por suerte los cambios de manejo introducidos y la entrada de pienso de retirada no se tradujeron en problemas y ayer ya me comentaba que daría el pienso medicado solo 10 días al destete porque así ahorraba dinero. Este es el fruto de un trabajo en bioseguridad bien realizado. Poder disminuir los costes porque no hay problemas ya que no los dejamos entrar, aunque personalmente sigo considerando que no debería ser yo, el veterinario en quien debe recaer la culpabilidad si algo va mal.
Hay que cambiar la actitud de forma positiva. En el news encontraran una sencilla encuesta de bioseguridad. Son conceptos sencillos y claros que admiten interpretaciones, pero rellenen primero haciendo trampa y interpretando las contestaciones una vez favoreciendo la granja y otra a la inversa, siendo muy duros y no aceptando puntos medios. Simplemente puede ser la situación que uno aprecie de su granja y la otra la que un inspector externo pueda interpretar, que ante los servicios oficiales es la que vale.