Un trabajo publicado en la revista Nature, en el que participan investigadores del CEIGRAM de la Universidad Politécnica de Madrid, pone de manifiesto la importancia de las dietas con un consumo moderado de productos animales (flexitarianas), la reducción del desperdicios de alimentos y la producción agrícola más sostenible para hacer frente a las demandas alimentarias para el año 2050 sin deteriorar el medio ambiente de forma irreversible.
- Se trata del primer trabajo que logra cuantificar de forma integral cómo los hábitos de consumo y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas afectarán a los límites del planeta.
Un cambio global hacia una dieta con un mayor aporte de proteína vegetal (conocida como flexitariana o demitariana) que elimine el desperdicio de alimentos y favorezca el empleo de prácticas agrícolas y tecnologías agrarias más eficientes. Todos ellos serán, según un estudio firmado por autores de 7 países y en el que participan investigadores del CEIGRAM de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), aspectos clave para lograr alimentar a los más de 10 mil millones de personas que habrá en el planeta para el año 2050.
Este cambio de tendencia, explica Luis Lassaletta, investigador del CEIGRAM de la Universidad Politécnica de Madrid y uno de los autores de este trabajo, “permitirá reducir el riesgo de cruzar los límites medioambientales en relación al cambio climático, la expansión desmesurada de las tierras de cultivo, la utilización de los recursos acuáticos y la contaminación de los ecosistemas causada por el empleo excesivo de fertilizantes”.
El trabajo, publicado en Nature es el primero en cuantificar cómo la producción alimentaria y el consumo afectan a los límites que garantizan la sostenibilidad del planeta, manteniéndolo alejado de escenarios en los que la supervivencia de la humanidad puede verse en peligro.
Soluciones conjuntas para hacer frente al cambio
“No hay ninguna solución que de forma única pueda evitar por sí misma que se traspasan los límites de la sostenibilidad. No obstante, nuestra investigación indica que cuando las soluciones se implementan de forma conjunta se hace posible alimentar a una población creciente de manera sostenible”, explica Marco Springmann, del Programa Oxford Martin sobre el Futuro de la Alimentación y el Departamento de Nuffield sobre la Salud de la Población en la Universidad de Oxford, institución que lidera el trabajo.
“Sin acciones concertadas, el impacto del sistema alimentario sobre el medio ambiente se puede incrementar entre un 50% y un 90% como resultado de un aumento de la población y de las dietas ricas en grasas, azúcares y carne. En ese caso, los límites planetarios a la producción de comida se verán superados, en algunos casos, en más del doble de su capacidad”, añade.
El estudio, financiado por la EAT Lancet Commission for Food, Plant and Health y por el Wellcome’s “Our Planet, Our Health” partnership on Livestock, Environment and People, combina detallados cálculos medioambientales con un modelo de alimentación global que monitoriza los datos de producción y consumo de comida en todo del mundo. Con este modelo, los investigadores analizaron varias opciones que podrían mantener la producción de alimentos dentro de los límites de la sostenibilidad.
El trabajo, en el que participaron los investigadores de la UPM, demostró que el cambio climático no puede mitigarse lo suficiente sin llevar a cabo cambios en la dieta y tender hacia una alimentación más diversa. En este caso la dieta “flexitariana” estudiada se considera saludable según varias publicaciones científicas y puede incluir como máximo una ración de carne roja semanal, media ración diaria de carne “blanca”, una de productos lácteos y un mayor consumo de legumbres, frutos secos y otros vegetales.
“Adoptar medidas de forma integral en todo el sistema agro-alimentarios reduciría significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero y limitaría otros impactos medioambientales, como los derivados del uso excesivo de fertilizantes, la expansión de tierras y el gasto de agua”, explica Luis Lassaletta.
Los investigadores también inciden en que, además de los cambios dietéticos, es necesario llevar a cabo varias mejoras en el sector productivo que permitan mejorar el uso de los nutrientes y del agua y que han de ser adaptadas a la realidad de cada región. “De este modo, se limitará la presión sobre las tierras de cultivo, la extracción de agua y el uso de fertilizantes”, añade el investigador de la UPM. “Cada región tiene a su vez unos límites específicos que no han de ser traspasados para evitar una contaminación severa de las aguas. Este trabajo ha tenido también en cuenta esta especificidad”.
Por último, a la mitad los desperdicios de alimentos, dicen los investigadores, para mantener el sistema alimentario dentro de los límites de sostenibilidad del planeta. Si esto se consiguiese, el impacto se reduciría hasta un 16%.
Un cambio a todos los niveles
“Muchas de las soluciones que hemos analizado ya se han implementado en algunos lugares, pero para que tengan éxito y sus efectos se noten globalmente, es necesario que llevar a cabo una acción conjunta en todo el planeta”, explica Springmann.
“Mejorar las tecnologías y las fórmulas de gestión de las explotaciones agrícolas y ganaderas, requerirá un incremento de la inversión tanto en investigación como en infraestructuras públicas. Pero también, un mayor incentivo a los agricultores y una regulación más adecuada que permita la toma de medidas en materia de gasto de agua, y reducción del uso de fertilizantes” añade Line Gordon, director ejecutivo del Stockholm Resilience Centre y coautor de este trabajo.
Con él, coincide Fabrice de Clerk, director científico del EAT, para quien “abordar una reducción del gasto de agua y de comida requiere cambios profundos en los toda la cadena de alimentación, desde el almacenamiento, a los sistemas de transporte, pasando por el etiquetado y embalaje de los alimentos… Todo ello no solo supone cambios legislativos importantes, sino también modificaciones de alto nivel en los sistemas y modelos de negocio, que deben abordarse para obtener resultados”
Unos cambios, finaliza Springmann, sobre los que los políticos y las administraciones no se pueden quedar al margen. “Cuando se habla de introducir cambios tan profundos en la dieta, es fundamental la implicación de los gobiernos que deben hacer una apuesta firme por una dieta más saludable y sostenible basada en productos más sostenibles. La promoción de estos cambios de consumo desde la legislación, la educación e incluso en los centros de trabajo es básica para atajar de manera adecuada el problema y debe ser otro de los pilares del cambio”.