La inseminación es una técnica reproductiva que revolucionó la cunicultura industrial en la década de los 90, permitiendo racionalizar el manejo en las granjas cunícolas que hasta ese momento era un caos, visto hoy en día. Sin embargo, bien que funcionaban las granjas con la monta con macho, aunque la cubrición era generalmente una de las faenas rutinarias de las explotaciones que más llamadas al veterinario provocaban, debido a numerosas y diversas problemáticas que surgían.
Este hecho pareció que no tenía importancia y quedarían relegadas las problemáticas ligadas al manejo reproductivo con la técnica de inseminación por el elevado control que obteníamos sobre un hecho tan básico como debería ser la aplicación de una dosis seminal a las hembras reproductoras con una técnica sin resquicios.
Como suele ser habitual, el tiempo jugó su papel y demostró que nada es perfecto y siempre es cuestionable toda práctica de manejo.
Primero hay que tener en cuenta que en la monta con macho siempre había un porcentaje de conejas reproductoras que no se cubrían y que en la inseminación si son inseminadas, por ello hay una selección en la monta que puede llegar al 10% de conejas que podrían quedar negativas y que al no cubrirse los parámetros salen como mejores. Clásicamente es la palpación positiva y los partos por cubrición, pero si tenemos en cuenta estos sesgos la diferencia disminuye de forma importante.
Errores frecuentes que nos encontramos en las granjas:
1. El manejo de la hormona reproductiva que induce la ovulación. En general suelen ser muy sensibles y fácilmente se pueden inactivar. La temperatura, la incidencia de la luz solar o de los fluorescentes o bombillas actúan de forma negativa y, para complicar la situación, desconocemos donde está el punto crítico, por ello a menudo una misma práctica puede obtener resultados irregulares. Asimismo, un frasco utilizado puede ser perfectamente usado en la siguiente inseminación, mientras que en otras ocasiones producen unos «ceros» rotundos.
Por ello se recomienda utilizarlos con protección contra la luz y descartar los restos sobrantes, así como evitar su exposición al medio ambiente, es decir, NO dejar agujas en los tapones para facilitar su extracción.
Cuando hay un fallo hormonal, la característica principal, que depende evidentemente del estado de degradación de la hormona, es una fertilidad muy baja que se sitúa entre el 10 y el 30% de fertilidad (en casos de degradación parcial puede llegar al 50-60% de fertilidad).
2. El disolvente de la hormona de inducción a la ovulación. Este es un apartado que tiene pocas medias tintas y que cuando interactúa es un auténtico desastre. En determinados casos en los que se aplican dosis altas de estos disolventes (hubo épocas que se aplicaban hasta 5 ml) llegan a producirse disminuciones del 30% en la fertilidad y mortalidades del 5 al 10% en apenas 72 horas con problemas por ejemplo de calcificaciones en la aorta.
3. Flushing lumínico. Este es un apartado que da auténtico terror. Mientras que hay granjas que no tienen luz y no pasa absolutamente nada (pocas por cierto, pero existen para llevar la contraria a veterinarios y centros de inseminación), hay otras que un simple cambio de 10 minutos en el periodo de luz a aplicar ya producen alteraciones reproductivas importantes.
En general han de ser 16 horas de luz al día mínimo, mientras que en flushings se aconseja subir a 18 horas, siempre administradas de forma continua. Esto es muy importante, pues si el reloj se conecta actualmente a las 18 horas en invierno ya han tenido un periodo de oscuridad o falta de suficiente luz que repercute e inactiva la eficacia de la posterior aplicación de luz.
Uno de los errores frecuentes se da en granjas con ventanas. Se presupone que la luz que entra por ellas es suficiente y quizás en las filas cercanas a ellas es cierto, pero no en el centro de la nave. Posteriormente cuando se revisa el problema aparecen sectores con alta frecuencia de negativas y que la excusa suele ser que habín un frasco o paquete de dosis que no estaba bien. Podría ser por supuesto, pero a menudo ante una revisión a fondo suelen surgir estas causas.
4. Manejo de reproductoras. La inseminación es una técnica más delicada que la monta y por ello las reproductoras deben manipularse con «cariño», es decir, intentar ser cuidadoso en el momento de la inseminación y en los 6 días posteriores a ella, donde no deben manipularse en absoluto preferiblemente. No se aconsejan las vacunaciones, aplicaciones de inyectables ni cambios de jaula en este periodo.
5. La velocidad de aplicación de las dosis seminales no suele ser un problema, pero sí el estado anímico de aplicador y, sobre todo, del manipulador del animal. Las reproductoras son muy sensibles a los estados anímicos de las personas y reaccionan ante ellos de forma agresiva, lo que repercute en la fertilidad. Un ejemplo de ello es el famoso olor que emitimos a miedo y que los perros detectan fácilmente.
6. Estrés. Un problema muy serio que sin embargo tiene resultados dispares. Un estrés previo a la inseminación puede provocar un aumento de fertilidad mientras que un estrés justo después de inseminar puede inducir a fallos catastróficos. La cuantificación del estrés es algo que también resulta extremadamente complejo, ya que una tormenta con rayos y truenos puede afectar poco y en cambio estar unas pocas horas sin agua es un auténtico desastre.
No nos imaginemos el estrés únicamente como un ruido ensordecedor, pues un día sin comida o sin agua o una entrada de un depredador a la instalación son de alta repercusión.
7. Momento de la inseminación. Mientras que hay granjas que no afecta en absoluto, en otras el hecho de inseminar por la mañana o por la tarde tiene una repercusión importante. Se recomienda en la medida de lo posible realizarlo por la mañana, pero en invierno se puede retrasar unas horas sin ningún inconveniente.
8. Temperatura ambiental. Inseminar en pleno golpe de calor en granjas no climatizadas es una auténtica locura, ya que no solo el resultado es previsiblemente malo, sino que además las reproductoras pueden verse afectadas sanitariamente con un aumento de la mortalidad.