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Un estudio vincula la carne roja con el riesgo de infarto cerebral

El sector cárnico lleva una mala racha. No sólo tuvo que salir al paso de las declaraciones de la OMS que vinculaban el consumo de carne roja al aumento de cáncer de colon -aunque luego lo matizaran-, sino que también circula un estudio encabezado por el Dr. Bernhard Haring, del Comprehensive Heart Failure Center de la University of Wurzburg de Alemania, en el que se pone de manifiesto que el consumo de carne de roja -sin que esto se amplíe a todos los tipos de proteína animal- podría estar relacionado con el aumento del riesgo de accidentes cerebrovasculares.

El estudio se ha publicado en la revista Stroke Journal, de la Asociación Americana del Corazón e Infartos, y sugiere que las probabilidades también aumentan a medida que lo hace el consumo de carne roja. Los investigadores analizaron los datos de 11.000 personas de mediana edad que no tenían otros riesgos de tener problemas de este tipo, como diabetes o enfermedades del corazón e hicieron un seguimiento durante los últimos 23 años.

Las personas del estudio que consumían más carne roja tenían un 47% de probabilidades de accidentes cerebrovasculares causado por obstrucciones en los vasos sanguíneos que irrigan el cerebro que aquellos que comían menor cantidad. La proteína procedente de aves de corral, marisco y alimentos vegetales como las nueces o las legumbres no se asoció a ningún riesgo añadido.

A pesar de que algunas investigaciones previas han vinculado las dietas altas en proteínas a los accidentes cerebrovasculares, los resultados esta vez han sido mixtos y el estudio actual ayuda a consolidar la advertencia de que la carne roja, en particular, puede suponer un peligro, según ha manifestado el autor principal del estudio, Dr. Bernhard Häring. «Está bien comer carne roja – la carne roja magra preferentemente – siempre y cuando se limite la cantidad», declaró a Reuters el experto.

Häring y su equipo revisaron los datos de los cuestionarios realizados sobre la dieta de los entrevistados -de entre 45 y 64 años de edad-, que se dividieron en cinco grupos en función de la cantidad de proteína que consumían.

Los que comían menos proteína de promedio al inicio del estudio tenían más probabilidades de ser fumadores y menos probabilidades de tener una rutina de ejercicio regular. Por su parte, las personas que comían menos proteínas también eran menos propensas a ser obesas o a tomar medicamentos para reducir el colesterol. No hubo diferencias importantes en el género, la edad o el total de calorías consumidas.

El consumo elevado de carnes procesadas como el tocino, el chorizo ​​y la cecina estaba vinculado a un 24% más riesgo de infartos cerebrales, mientras que el mayor consumo de carne roja fue ligado a un aumento del riesgo del 41%. Sin embargo, si los investigadores analizaban exclusivamente a hombres, el riesgo al consumir más carne roja era de un 62% más que los hombres que comían menos.

Comer más huevos se vinculó a un 41% mayor de riesgo de accidentes cerebrovasculares hemorrágicos, un tipo menos común que es causado por un vaso sanguíneo roto en el cerebro, pero sola las carnes rojas se vincularon al tipo más común.

Una limitación del estudio, sin embargo, es que los investigadores sólo tenían datos sobre la ingesta de proteínas en dos puntos concretos en el tiempo, así que reconocen que podría dejar de dar cuenta de los cambios en los hábitos alimenticios en los últimos años.

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