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Desaparición súbita de gazapos

Este caso ocurrió hace ya bastantes años y fue un auténtico quebradero de cabeza debido a dos factores: cunicultor con pocas ganas de dialogar y veterinario con poca experiencia en “abducción” de animales de una granja: Elevada mortalidad al nacimiento por desaparición súbita de los gazapos y abandonos de la camada

La explotación era una granja de 250 reproductoras al aire libre con el conocido sistema de jaulas COPELE con Termonido y una estructura precaria en forma de techo cuyos componentes era a partes iguales planchas de hierro, onduline, uralita y maderas. Típica granja de principios de los años 90.

Se avisa al veterinario porque hay una mortalidad muy elevada en un lote de animales (ya hacían bandas semanales muy poco frecuente por aquellos tiempos). Los partos fueron el lunes y se acudió el miércoles.

A la inspección, se observa nidales totalmente vacíos (6 nidales) y otros abandonados por la reproductora (8 nidales).

Las reproductoras se encuentran en perfecto estado sanitario y con leche pero se niegan a entrar en el nidal. Se intenta introducir en el nido a una coneja produciéndose una situación de riesgo por los golpes que daba con las extremidades e intentos de mordisco al cunicultor.

No se aprecian síntomas de enfermedades ni causas sanitarias que expliquen lo ocurrido. Se decide administrar un tranquilizante a los animales entendiendo que quizás un cambio de tiempo o de temperaturas brusco pudiera ser la causa del nerviosismo.

“Se sospecha de la entrada de perros, gatos o de algún desaprensivo que quiera hacer daño expresamente“

El martes siguiente informan que ha ocurrido lo mismo y se acude el miércoles no apreciando ninguna diferencia respecto a la semana anterior.

Ante la falta de evidencias de problemas sanitarios se indaga sobre la posibilidad de entrada de perros, gatos o de algún desaprensivo que quiera hacer daño expresamente, produciéndose el lógico choque frontal entre veterinario y cunicultor.

El cunicultor creía que el problema se basaba en el pienso “que le faltaba algo”, que en aquellos tiempos no digo que no pudiera ser, pero ante la falta de evidencias sanitarias o de mal estado general se desestimó.

Ante el enfrentamiento se decide que se acudiría el martes siguiente para poder observar el proceso más detenidamente cuando este ocurra.

El lunes por la tarde se visita la granja para ver cómo se igualaban los nidales y para valorar el cierre de la misma por si se apreciaba algún detalle que nos ayudara a conocer la causa de la desaparición de gazapos.  Pero, todo estaba en correctas condiciones y el manejo de los nidales era perfecto.

El martes a las 8 de la mañana, junto al cunicultor, visitamos la explotación para evitar que hubiera acciones que distorsionaran nuestro diagnóstico.

La primera sorpresa fue la aparición de nidales vacíos (3) donde habían desaparecido los gazapos.

Los gazapos se habían volatilizado, esto echaba por tierra nuestra teoría de que el cunicultor los sacaba porque estaban muertos. No quedaba ni un gazapo en el nido, ni restos identificables como tales, estando el nido como se había dejado.

Los nidales afectados junto con los de las reproductoras -que se negaban a acceder al nidal – estaban muy cerca unos de otros. Este dato no fue fácil de observar ya que aunque cubrían un día a la semana, no colocaban las conejas juntas al parto, por lo que estaban dispersas.

Ante los hechos: abducción de gazapos y resistencia de las reproductoras a acceder al nidal se sospechó por parte del veterinario que algo ocurría por la noche y que no tenía que ver ni con el pienso ni con enfermedades.

Se recomendó que el siguiente parto fuera vigilado por la noche, situación que desencadenó un violento intercambio de frases por el desacuerdo con la causa por parte del cunicultor.

Aun así el cunicultor cumplió su palabra y acudió por la noche en la siguiente semana.

A medianoche ya me llamaba advirtiendo que había encontrado la causa y estaba solucionada. Pese a mi insistencia no quiso explicarme que había ocurrido, pero siguió gastando pienso y la relación fue mejor que antes.

Solo al cabo de unos 6 años, cuando el cunicultor se jubiló accedió a explicarme lo que ocurría. Una serpiente entraba entre los barrotes de las jaulas y se introducía en los nidales que habían recién nacidos comiéndoselos.

Cuando se percató del nerviosismo de los animales acudió con una luz, vio la serpiente enroscada en una jaula, con la coneja aterrorizada en una esquina, la mató y abrió, encontrando 8 gazapitos recién nacidos en su interior.

 

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