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¿Qué es más costoso, añadir calor o evitar que éste se vaya?

Siempre tenemos el tópico de la calefacción: hay que aportar calor para un buen funcionamiento, pero ¿ya miramos  de evitar que éste no se pierda?

La calefacción es imprescindible y necesitamos aportar calor sin duda a las granjas, pero el aportar calor es de ninguna forma cuestionable un proceso económicamente “caro” que nos implica un coste energético variable dependiendo del exterior y de las condiciones de nuestra instalación.

Las principales fugas de temperatura de las instalaciones avícolas se originan por las ventanas, techos, extractores y suelo de las naves. Como se puede observar todas ellas se deben al propio funcionamiento de la instalación, por tanto debemos repasar la propia instalación buscando como mejorar los puntos negros que tengamos.

A primera vista lo primero que debemos hacer es repasar la situación de paredes, techos y ventanas. Hay que tapar los agujeros o si es necesario que existan oberturas de entrada para que los animales salgan y entren, se deben diseñar como si fueran túneles de paso de forma que el aire deba circular a través de ellos y no tengamos paso directo del aire caliente hacia el exterior.

El techo debe estar correctamente aislado y hay que repasar el aislamiento, pues es frecuente que la presencia de pequeños pájaros, roedores y insectos principalmente ataquen la integridad del aislamiento.

Éste va perdiendo su potencial aislador y por tanto se forman zonas de mayor pérdida de temperatura que al estar situadas en el techo se aumentan las pérdidas. El aire caliente de las instalaciones tiende a subir mientras que el aire frío tiende a bajar. Esto crea una cierta estratificación del aire y acumula la temperatura en la parte superior de la nave, justo debajo del techo, donde podemos encontrar estas zonas más degradadas del aislamiento.

Una de las fugas más importantes de la temperatura se encuentra en el  sistema de extracción. Es imprescindible renovar el aire, pues en poco tiempo los animales pueden consumir el oxígeno presente en la nave y nos encontraríamos al principio con problemas de rendimiento productivo y posteriormente con problemáticas a nivel sanitario. Pero es un evidente contrasentido que calentemos el aire que entra (que es frío) y expulsemos el aire caliente del interior. El coste es evidentemente elevado tanto para expulsarlo como para calentarlo.

Para minimizar este problema se han diseñado una serie de equipamientos cuyo destino es recuperar la temperatura del aire viciado del interior y con el calentar el aire fresco que introducimos del interior. Se trata de los recuperadores de calor.

Los recuperadores de calor o intercambiadores de calor, son equipamientos muy interesantes pues invierten el proceso de pérdida de temperatura. No son en si mismos un sistema de calefacción, sino que se necesita un aporte extra de calefacción para las instalaciones. Estos sistemas se pueden encontrar en una gran variedad de presentaciones, tamaños y rendimientos gracias a los cuales tenemos una gran variedad donde elegir. La decisión no es sencilla, pero debemos basarnos en las características de la instalación y de la ubicación para decidir por un sistema u otro.

Su funcionamiento es extremadamente sencillo y su rendimiento muy elevado. La base es un cruzamiento entre el aire viciado y caliente del interior con el aire frio y oxigenado del exterior como si fuera un radiador de coche en donde no se mezclan y la temperatura circula hacia el aire frío. El rendimiento o eficacia de la recuperación de calor es muy variable, pues depende del clima de la zona y de las características de la nave así como la disposición y tipo de intercambiadores empleados. Pero a nivel general cuanto más frío y seco es el aire exterior más eficacia obtenemos en el sistema.

En zonas muy húmedas se obtiene un beneficio añadido, pues aunque la humedad exterior disminuye la eficiencia del sistema, nos encontramos que el aire que entra ya ha perdido parte de su humedad al calentarse y además secamos las camas al ventilar y sacar el aire húmedo interno. Gracias a ello podemos obtener camas más secas y los animales podrán por tanto estar más cómodos.

En estudios bastante bien hechos se manifiesta disminuciones importantes en el consumo de calefacción que pueden rondar el 40%. Esta disminución tiene la ventaja añadida que repercute directamente sobre las pérdidas de temperatura y no aportamos calor consumiendo combustibles fósiles, por tanto además participamos en el sostenimiento del planeta de una forma muy directa.

Las pérdidas de temperatura por el suelo son generalmente pequeñas porque la aportación de viruta, paja o otros materiales al suelo nos aíslan este de los animales, pero cuando este está húmedo este aislamiento desaparece y nos encontramos que los animales pierden temperatura corporal y por tanto necesitamos calentar más el ambiente. 

Esta humedad añadida del suelo provoca una disminución de la eficacia del sistema de calefacción y aumenta directamente la humedad ambiental. Para disminuir esta humedad solo podemos aumentar la capa de viruta o material utilizado para la cama o mediante el aumento de la extracción del aire interior húmedo y renovándolo por aire exterior seco. Esto es precisamente lo que realiza con eficacia los sistemas de intercambiadores de temperatura. El sistema de suelo radiante es otro sistema que evita este problema al calentar directamente el suelo donde se encuentran los animales.

 

 

 

 

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