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Calefacción sí, pero controlada.

De todos es conocido la necesidad que los pollitos de una fuente de calor para mantener su temperatura corporal, ya que su sistema de termorregulación no tiene la eficiencia necesaria para mantener los primeros días la temperatura que su cuerpo precisa.

Si la temperatura ambiental es baja los pollitos compensan produciendo calor aumentando su metabolismo y por tanto aumentado el consumo de pienso intentando emplumar lo antes posible o buscando zonas de cama seca.

Del mismo modo es necesario que la calefacción o equipamientos de recuperación de calor se encuentren debidamente controlados. Un exceso de calor por contra repercute en un proceso similar al que sucede por un golpe de calor en los animales. En sistemas altamente tecnificados las alarmas saltan inmediatamente y si el sistema no es capaz de solucionar la situación tenemos la consabida llamada telefónica, casi siempre en mitad de la noche.

Por otro lado si las sondas no se encuentran debidamente ubicadas nos podemos encontrar con diferencias entre la temperatura esperada a nivel de los animales y la real. Ello puede deberse a la estratificación del aire en la granja que forman diferentes capas con gradientes termométricos que no se mezclan entre sí.

En estas situaciones nos encontramos que el aire frio desciende sobre los animales creando un estrés térmico en los animales. A esto se suma que el aire cálido situado encima de los animales generalmente ha absorbido mucha humedad del interior de la instalación y tenemos por tanto un aire cálido y muy húmedo.

Para evitar estas situaciones se recomienda colocar placas direccionales en el techo donde incida la entrada de aire que obligue a bajar el aire caliente que introducimos hacia el suelo y romper la estratificación termométrica de la instalación.

Para adecuar el buen funcionamiento de la calefacción y evitar que provoquemos el estrés térmico nosotros mismos es necesario, y siempre seguirá siendo así, que el avicultor observe los animales y su disposición en el suelo. Es la mejor y más subjetiva valoración de como están los animales simplemente observando su distribución a lo largo de la nave.

 

En los sistemas de calefacción más clásicos, donde no tenemos un ambiente absolutamente controlado, esta revisión reviste un especial interés ya que no obtenemos datos por fuentes externas como son los ordenadores de control ambiental o estos sólo controlan parcialmente la situación.

En estos casos la observación visual es un factor determinante del buen andar de los animales y de las necesidades de ajustes de temperatura. La gran suerte de que los animales se distribuyen por  la instalación buscando el punto óptimo puede convertirse en un problema si hemos dejado la estufa demasiado abierta y ha subido excesivamente la temperatura y posteriormente se ha quedado sin combustible a media mañana provocando una caída muy importante de la temperatura.

Cuando conocemos un equipo podemos instalarlo con mayor o menor éxito, pero siempre que queramos instalar uno nuevo es conveniente que los técnicos del equipo en si aconsejen la mejor forma de utilizarlo e instalarlo, de lo contrario nos podemos encontrar con una inversión que en lugar de rentabilizar la explotación nos desarregla los animales.

 

 

 

 

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