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Gallo de León, un ave muy peculiar

Sumario

  1. Introducción
  2. Las Razas Indio y Pardo
  3. El primer obstáculo: el nacimiento
  4. La «limpia» y la «pela»
  5. Una producción irregular
  6. Un oficio en decadencia.

Introducción

De las riñonadas de los Gallos de León, se obtienen unas incomparables plumas famosas en el mundo de la pesca. En el Valle del Cirueño, un emplazamiento único para la cría de este gallo, visitamos la explotación de Quino.

Engorde, cría, recría, huevos, incubadoras… no toda la avicultura centra su producción y beneficios en estos conceptos. Hay criadores que se dedican en cuerpo y alma a sus animales, al margen de Índices de Conversión y beneficios. Quino es una de estas personas que ha hecho girar su vida en torno a su pasión, la cría de gallos de León. Un ave que atrae a pescadores y curiosos.

A juzgar por la humildad  con la que Quino y su mujer nos abren la puerta de su casa, pocos dirían que esta sencilla pareja se dedica a la crianza de una raza de un gallo muy cotizado, sin ser pretenciosos, a nivel global: el Gallo de León. Los aficionados a la pesca ya saben de qué hablamos.

La eclosión de los distintos insectos en diferentes épocas del año, obliga al pescador a utilizar unas moscas u otras.

Las razas Indio y Pardo de León

Las razas Indio y Pardo de León poseen una pluma única con la que se confeccionan mosquitos para pescar. Es todo un mundo de artesanía: tratan de simular las alas de los mosquitos que se acercan al agua dependiendo de la zona, momento del día, época del año, etc.

Hasta que la pluma se convierte en cebo de truchas, el proceso es largo y requiere de mucho trabajo. Pero es muy interesante. Tanto, que la casa de Quino ha pasado por épocas en las que parecía un plató de televisión, con tantas cámaras entrando y saliendo. Televisiones nacionales y locales y una multitud de medios de comunicación (entre ellos algunos de gran prestigio como National Geographic) han querido conocer de cerca la crianza de este gallo.

Alejado del ciclo productivo propio de una granja industrial, el Gallo de León, criado de forma natural semilibertad en corrales o amplias huertas, todavía tiene un toque de romanticismo.

 

Indio y Pardo: dos razas recientes

El Gallo de León, como tal, siempre ha tenido una gran consideración en el sector. Pero no fue hasta recientemente, en 2011, cuando se incluyeron en el Libro de Razas Españolas, concediéndole las dos denominaciones de raza: Gallo Indio y el Gallo Pardo. La provincia de León está considerada como un lugar privilegiado para los amantes de la pesca, con unos 4.000 kilómetros de ríos trucheros de gran calidad.

Aunque nadie sabe dar el motivo, el valle del Curueño es un emplazamiento único para la crianza de este gallo. Muchas son las teorías y algunas confabulan en torno a una supuesta veta de uranio en la zona, lo cual otorgaría la brillantez de la pluma. Sin embargo, hay poco de cierto en ello, según comenta Quino:

“Se ha analizado la pluma y no tiene nada de radiactividad.No se sabe si es por la altitud, por el clima, por la tierra, por la humedad… Seguramente no se pueda achacar a algo en concreto, sino que influyen muchos factores en la pluma: el microclima, la alimentación… todo”.

Mientras que el Gallo Indio tiene un ámbito de crianza muy reducido, en La Cándana, el Pardo está más extendido. “Si llevas el Indio a Campohermoso, que está a tan solo uno o dos kilómetros, ya no es lo mismo. El Pardo tiene un margen más amplio: también los hay en Galicia, con menor calidad, pero los hay”, explica Quino.

Aunque ambos se aglutinen popularmente bajo el nombre de “Gallo de León”, lo cierto es que son dos razas que no tienen nada que ver, son totalmente independientes y nunca se han cruzado.

El Gallo Indio tiene un abanico de colores más apagado: va del blanco al negro, cubriendo toda la escala de tonos grises, siempre uniforme. Es una raza muy autóctona que sólo se encuentra a unos cinco kilómetros a la redonda de La Cándana y es muy delicada en cuanto a enfermedades y manejo.Hay menos variedad y es más complicado lograr el tono que se busca.

Por el contrario, la pluma del Pardo puede tener una base blanca o una base dorada; a continuación tiene las pencas, que son las manchas en las plumas, donde las hay de una gran variedad de colores, formas y tonos.

Con las plumas se confeccionan los mosquitos para la pesca. Estos imitan el ala del mosquito real, siendo importante la variedad de la penca, así como su largura, pues de ella dependerá que dé como resultado uno o más mosquitos, aumentando el rendimiento y, por tanto, los beneficios.

El artesano montador utiliza cada una de las variedades de pluma para imitar las alas de los insectos y montar las moscas. Dependiendo de la especie de insecto, su fase de madurez o la época del año, la pluma utilizada puede cambiar. 

El primer obstáculo: el nacimiento

Quino cuenta con una granja con cerca de 600 gallos y unas 100 hembras, las cuales sirven como reproductoras, pero de ellas no se utiliza la pluma. La reproducción no es nada sencilla. Al existir tantas variedades, el sistema de selección es complicado. “Aprovechamos un año para sacar un tipo de variedad, y al año siguiente, sacamos otra”, explica el criador.

La cría es, por tanto, toda casera, es un ciclo cerrado donde tienen sus propias gallinas con sus propios huevos.

Las gallinas no comienzan la puesta hasta los siete meses de edad y la tasa media de nacimientos sobre huevos incubados se sitúa en el 60%. La primera piedra que se encuentra en el camino el criador del Gallo de León es la consanguinidad. “Es difícil sacar gallos buenos”, lamenta Quino, “la consanguinidad hace que nazcan muy pocos: alrededor de un 40% en las incubadoras, del cual un 60% son hembras”.

Además de la alta endogamia, hay una elevada mortalidad durante la cría y se suelen descartar muchos gallos después de la primera pela, cuando la calidad de la pluma no es la esperada.

La primera piedra que se encuentra en el camino el criador del Gallo de León es la consanguinidad

Asimismo, el criador explica que, cuando son jóvenes, hay que vigilarlos constantemente para que no se peleen, ya que pueden picotearse las plumas. No olvidemos que, como gallos que son, tienen un comportamiento muy territorial.

Cuando nacen, Quino les da a los animales un pienso de arranque compuesto para que crezcan fortalecidos y resistentes a enfermedades. Después, cuando son mayores, su consumo energético es menor por lo que su dieta se simplifica: grano de maíz y trigo.

 

La ‘limpia’ y la ‘pela’

El primer trabajo del criador con la pluma del gallo llega a los primeros nueve meses de vida. Es entonces cuando se realiza la “limpia”, la extracción de las plumas que no sirven, y con ella se valora la calidad del animal y se predice la futura calidad de sus plumas.

La “limpia” es la extracción de las plumas que no sirven. Se valora la calidad del animal y se predice la futura calidad de sus plumas

A partir de ahí, se procede a efectuar la “pela” cada tres meses: se sujeta al gallo por la pata y se arrancan las plumas manualmente, una por una. Cada “pela” da una media de entre 5 y 8 mazos, grupos formados por 12 unidades, que es como se comercializan las plumas para la elaboración de los mosquitos. Pero no nos imaginemos un animal desplumado tras este proceso: un profano apenas notaría la diferencia de un gallo antes y después de la “pela”.

En un gallo diferenciamos las plumas con cañón nuevo y con cañón seco. Las primeras son aquellas que están tiernas, todavía por desarrollar; las segundas, las que el animal mudará por sí mismo, aquellas que ya están preparadas para extraer.

A la hora de seleccionar las plumas, las características que se valoran son:

Según comenta Quino, el segundo año es el mejor en cuanto a producción, pues es “cuando dan unas capas espectaculares”. A partir de ahí, el animal va envejeciendo y la calidad continúa mejorando, pero baja la cantidad de plumas que echa.

Un gallo puede llegar a vivir hasta 12 años, aproximadamente, aunque su edad productiva de plumas de calidad se reduce a 5 o 6 años. “Hay algunos que los mantengo porque han sido muy buenos y me da pena matarlos”, comenta el criador de La Vecilla.

 

Una producción irregular

El criador de Gallo de León no puede contar con unos números fijos garantizados. Ni un corral es una fábrica ni los gallos son máquinas a los que les crecen plumas sin parar y siempre iguales.  La calidad de las plumas viene determinada por una gran variedad de factores, de los cuales no todos se conocen.

Volvemos al punto de partida: nadie sabe a ciencia cierta por qué un emplazamiento tan reducido y concreto como es el valle del Curueño es el único propicio para lograr un resultado óptimo en las plumas del Gallo de León.

Factores que afectan a la calidad de la pluma

De los factores que sabemos que afectan a la calidad de la pluma, uno fundamental es la alimentación y el clima. Por supuesto, las enfermedades también afectan a su estética. “Una coccidiosis o cualquier otro problema intestinal que les impida asimilar los nutrientes de los alimentos va en detrimento de la pluma: se acorta, sale mala o puede que incluso no la eche”, explica Quino.

También señala un problema natural de tipo hormonal: “Cuando llega la primavera, entran en celo y lo echan todo en otras cosas; a veces, no llegan a sacar capa, que son las plumas que salen de la riñonada del gallo”.

Si el gallo sufre estrés, evidentemente afectará a su producción de plumas, llegando a no echarlas o acortando su tamaño. Pero no sólo eso. Es curioso comprobar que, el caso del Pardo, el estrés es visible en la penca: si ha pasado un periodo crítico, como una enfermedad, el dibujo queda claramente afectado, pudiéndose leer el periodo de estés.

En ocasiones, llegan a echar pluma sin valor, como si fuera de gallinas. Por supuesto, los animales también son susceptibles de sufrir enfermedades propias de la avicultura como la gripe aviar, contra la que también tuvo que precaverse.

Comercialización

Aunque todavía conserva su romanticismo, la cría del Gallo de León ha evolucionado con el paso de los años, sobre todo con la introducción de incubadoras. “Si no fuera por ellas, yo no podría tener 600 gallos”, confiesa Quino.

“Antiguamente el productor era de otro tipo, más individual. Todo el mundo tenía sus vacas, gallinas y gallos. En cantidad, había pocos gallos, pero había en todas las casas. Ahora las cifras se han invertido: han quedado menos productores pero con más número de cabezas”, explica el criador.

Podríamos decir que la pluma del gallo de León es un producto gourmet para los amantes de la pesca. Sin embargo, que esto no nos lleve a confusión: esta categoría no es sinónimo de precios exorbitados ni de grandes ganancias para el productor.

La producción es muy limitada y los mazos se venden, según la calidad, desde 1.50 euros hasta 6 euros. “La comercialización se hace principalmente en España. Normalmente por Castilla y León, Asturias, Galicia… aunque también hay interés en Andalucía y por Madrid”, explica Quino.

La falta de stock es lo que impide su exportación al extranjero. Quino asegura que lo vende todo y tiene que decir que no a mucha gente, por lo que no tiene producto restante para enviar a otros países, aunque ocasionalmente sí ha enviado algunos mazos. Y aunque la lógica nos dice que la alta demanda existente haría aumentar el precio de una baja oferta, Quino se muestra inflexible en cuanto a subir los precios: seguir proveyendo de plumas de calidad a los precios de siempre a sus clientes fieles.

 

Un oficio en decadencia

A pesar de contar con el apoyo de los aficionados a la pesca, tanto el gallo Indio como el Pardo de León se encuentran dentro del grupo de razas autóctonas en Peligro de Extinción del Catálogo de Razas de Ganado de España.

Si decimos que la crianza del Gallo de León está en declive, no es una afirmación gratuita ni catastrofista. Si hace años había una treintena de productores, Quino nos explica que, en la actualidad, sólo perviven unos siete criadores en toda la provincia: él en La Vecilla, unos tres en La Cándana y otros tres en Campohermoso.

Hay algunos criadores que tiene una veintena de gallos; pero con más de cien, Quino sólo cuenta a cuatro. “Se ha perdido prácticamente”, lamenta y añade que el censo de 2008 era de, aproximadamente, 4.000 cabezas, mientras que en la actualidad se ha reducido hasta unas 1.000. La situación del Indio, que es más delicado, es todavía peor: quedan unos 300 ejemplares.

A pesar de contar con el apoyo de los aficionados a la pesca, tanto el gallo Indio como el Pardo de León se encuentran dentro del grupo de razas autóctonas en Peligro de Extinción del Catálogo de Razas de Ganado de España.

El Gallo de León tiene un tipo de cría muy natural y cada vez son menos las granjas que los albergan. El trabajo duro y unos beneficios no siempre acordes al caché de su pluma han hecho desistir a muchos criadores. Además, el relevo generacional es más que incierto: a pesar del interés renovado por el mundo rural, todavía son pocos los jóvenes que optan por estas zonas para vivir y desarrollar una profesión; si a esto le sumamos la dureza de la crianza del Gallo de León, junto a la actitud recelosa de los criadores a la hora de revelar los secretos de este trabajo, la supervivencia de esta raza no está garantizada.

El propio Quino reconoce que su oficio no se lo recomienda a nadie. “Es una vida muy sacrificada, te tiene que gustar mucho. Es trabajo todos los días del año, todas las horas del día: cuando son pequeños, cuando incuban, controlar el agua, la comida…”, explica mientras su mujer asiente, resignada, apuntando que nunca se han ido juntos de vacaciones, “hay que tener mucha paciencia, igual un día un gallo te ataca y si tú se la devuelves, puedes matarlo. Y quizás era el mejor que tenías”.“Además”, añade, “económicamente sólo da para vivir al día”.

El relevo generacional es, por tanto, muy complicado. Mucho trabajo y poca recompensa económica, a lo que sumamos que las primeras generaciones de gallos dan “una pluma muy mala”, tal y como puntualiza Quino.

Aún así, el amor y pasión por sus gallos es inquebrantable. Cuando tanteamos por cuánto nos vendería uno de sus ejemplares, se muestra tajante: “Yo no los vendo. Pero sé de gente que ha llegado a vender un gallo por 300 euros”.

Por último, las Cortes de Castilla y León aprobaron recientemente un Proyecto de Ley de Pesca en la comunidad autónoma que se estima que comenzará a aplicarse en la temporada de 2015. Conocido León como gran atractivo turístico para la pesca recreativa, esta nueva normativa está orientada a la preservación de la trucha potenciando la pesca sin muerte.

En los círculos de aficionados, se prevé que muchos dejarán de pescar. Así lo explica Quino: “Si la normativa de la pesca evita que la gente vaya a pescar, nos perjudicará. El 80-90% de la gente con licencia dejará de sacársela”, y esto, evidentemente, supondrá un golpe duro para la venta de mosquitos. Y si la pasión de la cría del Gallo de León no está acompañada por unos mínimos beneficios, su falta de sostenibilidad amenazará gravemente a su continuidad.

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