Acidificantes, un tratamiento potabilizante con valor añadido

Publicado el 03/14 | por Lluis Puig | Sin categoría

El agua es el insumo que en mayor medida se usa en una granja: la beben los animales, en mayor medida que el pienso que comen; se usa para lavar las instalaciones; es vehículo de tratamientos terapéuticos y de suplementos alimenticios… De esta forma, la calidad del agua en avicultura es un elemento fundamental a tener en cuenta para el éxito.

Una deficiente calidad del agua no sólo perjudicará la producción de los animales, por conllevarlos a  una mayor predisposición a padecer enfermedades, sino que acortará la durabilidad de nuestros equipos (corrosión y depósitos de cal y biofilm), y también dificultará la aplicación de tratamientos terapéuticos en caso de patología.

En este sentido, existe un conocimiento asentado sobre las características ideales del agua, por lo que se refiere a su caracterización química y microbiológica. En términos generales, el  Real Decreto 140/2003 de 7 de Febrero, establece los criterios sanitarios de la calidad del agua potable, apta para el consumo humano y la industria alimentaria. Así, concierne preocuparse por el olor, el sabor y el color, como de la turbidez, el pH y la contención de elementos nocivos como son compuestos nitrogenados (nitritos y nitratos), metales, cloro libre y sus derivados, y la presencia de bacterias (en especial bacterias indicadoras de contaminación fecal).

Tabla 1: Requerimientos microbiológicos del agua

Parámetro

Límite legal

Tolerable

Problemas

Recuento de colonias a 22ºC

100 UFC/mL

200 UFC/mL

500 UFC/mL Disbacteriosis

Coliformes totales

0 UFC/100mL

10 UFC/100mL

Patología digestiva

Escherichia coli

0 UFC/100mL

0 UFC/100mL

Contaminación fecal, Patología digestiva, septicemias

Enterococos

0 UFC/100mL

5 UFC/100mL

Contaminación fecal, Patología digestiva, septicemias

Clostridium perfringens

0 UFC/100mL

10 UFC/100mL

Contaminación fecal, Patología digestiva, septicemias

Tabla 2: Parámetros químicos del agua

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Es importante destacar la importancia de la calidad microbiológica del agua, puesto que sus características físico-químicas la hacen ideal para la proliferación de la vida. Por este motivo, tienden a proliferar en ella tanto las bacterias en solución como en forma de biofilm en las superficies con las que está en contacto (depósitos, tuberías y bebederos). Este biofilm, formado por la precipitación de las sustancias que transporta el agua (cal y polisacáridos) y las bacterias que proliferan en él, supone un doble problema: la contaminación constante del agua que contacta con él y el riesgo de obstrucción de tuberías y bebederos.

 

En este sentido, procede tomar medidas para evitar todas estas desagradables consecuencias. Lo primero es asegurar la mejor fuente posible, puesto que así nos ahorraremos tratamientos. Y luego, también es imprescindible mantener las instalaciones en óptimas condiciones: realizando limpiezas periódicas de depósitos, circuitos y bebederos (siempre después de cada crianza) y asegurando una higienización continua del agua.

 

Existen multitud de formas de potabilización, para todos los gustos y bolsillos: físicos (radiación ultravioleta, radiación gamma, filtración, calor) y químicos (cloración, el más común; yodo, genera sabores; peróxidos; ozono; ácidos orgánicos; sales metálicas, bromo…). Pero antes de decantarnos por un sistema, dada la dimensión y complejidad de la granja, ya sea nuestra agua de red o de pozo, conviene disponer de una analítica de la misma para conocer nuestros riesgos y limitaciones.

 

Independientemente de la elección que realicemos, lo importante es la correcta aplicación del tratamiento. Cada sistema tiene sus ventajas e inconvenientes, como sus propios condicionantes imprescindibles para la efectividad que varían en cada caso. Por señalar algunos de estos:

  • los tratamientos requieren de un tiempo mínimo de contacto para ser efectivos (por ejemplo, 2 minutos con 0,5 ppm de cloro para neutralizar enterococos)
  •  la mayor temperatura del agua puede limitar la efectividad del tratamiento: el calor favorece una más rápida evaporación del cloro
  • la cloración con hipoclorito es más eficaz a pH<8 (pues así domina la forma hipocloroso, con mayor poder oxidante)
  • los peróxidos son una potente alternativa al cloro como agente higienizante, pero que como no dejan residuos, tampoco disponen de actividad residual y se hace difícil comprobar su correcta aplicación de forma rápida y económica (con el cloro basta corroborar 2 ppm de cloro libre en el agua que sale de los bebederos)

En cualquier caso, el objetivo es que el agua que llegue al animal cumpla con la condición de potable, de forma que es en el bebedero donde debe comprobarse dicha potabilidad. El depósito es importante para el conjunto de la granja, pero si las líneas y bebederos están sucias de nada sirve tenerlo limpio. Aunque lo primero es mantener el depósito cerrado, para evitar contaminaciones desde el exterior.

 

Los acidificantes son un tratamiento del agua que cuenta con ciertos valores añadidos a la simple higienización del agua. Concretamente, contribuyen a controlar disbacteriosis en los animales y a estimular la función digestiva, además de facilitar la dilución de ciertos tratamientos terapéuticos en el agua de bebida.

 

A nivel práctico se usan ácidos inorgánicos (ortofosfórico) y orgánicos (ya sean de cadena larga o corta)  En concreto, el ácido ortofosfórico reduce el pH en la molleja, lo que crea una barrera antibacteriana y facilita la acción de las enzimas proteolíticas, además de reducir el pH intestinal controlando la flora bacteriana del mismo. Luego, los ácidos orgánicos tienen un efecto antibacteriano y antifúngico.

 

En cualquier caso, conviene valorar los condicionantes de su efectividad:

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  •  las aguas, cuanto más duras, mayor dosis de ácido necesitan para que el tratamiento (bajada de pH) sea efectivo
  •  los ácidos orgánicos de cadena más larga (cítrico, láctico) requieren una mayor dosificación que los de cadena más corta (fórmico, propiónico)

 

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Por lo que se refiere a la solubilización de principios activos, conviene destacar:

  •  las sulfamidas tienden a desionizarse si aumenta el pH
  • las quinolonas, como al enrofloxacina, tienen un pH óptimo de actividad de 5-6
  • la amoxicilina es estable a pH ácido
  •  las tetraciclinas también son más estables a pH ácido
  •  la colistina se solubiliza más fácilmente a pH ácido
  •  los macrólidos son más estables a pH 6-8 por su carácter básico

 

Dado que a las aves no parece perjudicarles las variaciones del pH del agua de bebida, el uso de acidificantes puede ser interesante como alternativa a los sistemas tradicionales de higienización, puesto que prolongan su actividad dentro del animal, además de facilitar la solubilización, estabilidad y actividad de ciertos principios terapéuticos.

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